Seguridad vial: cuando la capacidad de asombro no tiene límites
- Luis Piedra-Cueva
- 15 sept
- 2 Min. de lectura

Las maniobras imprudentes en el tránsito urbano, son moneda corriente y las vemos todo el tiempo, esencialmente en las calles capitalinas. A veces por desconocimiento, a veces por torpeza, a veces deliberadamente por un afán de pasar más rápido. Precisamente fue ésta última la que me dejó boquiabierto el pasado sábado, en el cruce de Batlle y Ordóñez y Joanicó.
Con casi 50 años al volante, sumando vehículos de gran porte y más de un centenar de modelos de test drive con informes publicados tanto en AutoAnuario como en mi pasaje por Airbag, de Montevideo Portal, creo que he visto todo tipo de maniobras dentro del tránsito de nuestro país. Amén de las que también ocurren en los países vecinos, con características propias pero en general, bastante parecidas.
Constantemente hemos escuchado comentarios y leído notas acerca de la educación vial y la formación de conductores, asociadas a la fiscalización, y la creencia (generalmente falsa) de que conocemos las reglas de tránsito, y sobre todo, la autopercepción de que “manejamos bien”.
Sin dudas, un tema muy extenso que inevitablemente, genera mucha polémica. Lo concreto es que los errores son frecuentes, y las imprudencias, ni que hablar.
¿Qué pasó?
Este sábado 13 de setiembre, cerca del mediodía, circulaba por Bv. Batlle y Ordóñez hacia el noroeste de la ciudad, con un flujo de tráfico bastante aliviado con respecto al de cualquier día de la semana.
Tras cruzar el semáforo de la intersección con Av. 8 de Octubre, con ambos carriles ocupados, me encontraba en el de la izquierda, pegado al cantero central tras superar a otro vehículo, con dos automóviles por detrás del mío y otro por delante, cuando la luz roja del semáforo de Joanicó nos detuvo obligatoriamente.
Atrás y sobre nuestro carril, vi por el espejo y con mucha preocupación, que un Suzuki Celerio blanco de última generación no mostraba intenciones de detenerse. Y no lo hizo.
El “conductor” ingresó a toda marcha por la dársena que habilita el giro a la izquierda en esa esquina, pero en lugar de hacerlo, con luz roja y sin poder ver si venía otro coche por Joanicó, este sí completamente habilitado para cruzar, dobló a su derecha para volver olímpicamente a retomar la circulación por Batlle y Ordóñez, con total impunidad.
Confieso que nunca antes había visto algo igual.
No sé si en ese lugar existen cámaras del Centro de Gestión de Movilidad, que hayan podido registrar esa brutalidad y puedan aplicar las sanciones correspondientes. De generarse un choque, las consecuencias habrían sido muy serias.
La Ley de Seguridad Vial de Uruguay prevé sanciones para las infracciones de manejo imprudente, incluyendo la inhabilitación de la licencia de conducir y multas, así como la posibilidad de enfrentar delitos penales y civiles si las acciones imprudentes provocan daños a terceros. Pero en caso de fallecimiento o lesiones, no hay nada pueda compensar a los afectados y sus entornos afectivos.
Tal vez con la libreta de conducir por puntos, algunos automovilistas de este tipo (a quienes no les cabe el título de conductores) comiencen a pensar un poco antes de cometer barbaridades como éstas, que bien se podrían calificar de asesinas.















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